“Yo encuentro fascinante mi carrera de maestro, me emociona estar en un aula, dictar”, nos dice Walter Velásquez, un verdadero ‘maestro que deja huella’.
Autor: Gonzalo Pajares.
gpajares@peru21.com
En primaria me gustaban; en secundaria, no. Lo que siempre me gustó fueron las ciencias naturales, la biología; crear, construir, hacer experimentos, inventar algo. También me gustaba la literatura. Todo cambió cuando uno de mis profesores, Walter Ortega, me hizo participar en una feria escolar de ciencia. Hicimos un proyecto donde buscábamos darle un valor agregado al tumbo. Me gustó la experiencia porque las chicas se acercaban, me preguntaban sobre mi proyecto (ríe). Tanto me gustó que me pregunté cómo volver a este tipo de ferias. Entonces, decidí estudiar Educación y especializarme en Biología.
Sí, a Huaribamba, donde había una plaza. Era solo por tres meses, pero tenía que aprovechar el momento. Luego me fui a Pazos, también en Huancavelica, y después llegué a Colcabamba, que está en el VRAEM. Tayacaja, mi distrito, también forma parte del VRAEM.
Como maestro, mi función es trabajar donde haya alguien que necesite educación. Más que lugares apartados, yo veo oportunidades. Quizás haya problemas en la zona pero, como profesores, nuestra función es cambiar la realidad, darles a nuestros alumnos herramientas para aprender y, así, tengan otras oportunidades. Mi reto es que, al salir del colegio, sepan qué hacer. No tiene nada de malo que sean campesinos, pero que lo sean por elección, no por imposición.
Todos tienen deseos de superación. Algunos quieren ir a la universidad, pero la mayoría necesita apoyo, ayuda. Por eso, algunos caen en el facilismo y se dedican a otras cosas. La deserción escolar se nota y hay un alto índice de natalidad temprana. El VRAEM está asociado con el narcotráfico, con el terrorismo, pero nosotros sentimos esto como algo externo. Nosotros nos dedicamos a trabajar, a darles a nuestros alumnos el cariño por aprender, por superarse.
Bueno, algunos se compran sus libritos, usamos también los que nos envía el Ministerio de Educación, pero no nos alcanzan. A veces tenemos que fotocopiar los materiales, por eso afianzamos la práctica. Tenemos un módem de Internet para los profesores y, aunque es solo uno, igual sirve.
Uno hace lo posible para seguir superándose, por eso hice una maestría y un doctorado en Educación. Yo aprovecho al máximo mi tiempo, no lo desperdicio: trabajo de lunes a viernes; estudio de viernes a domingo. Y lo que me gusta de mi carrera es su parte didáctica. Un ingeniero puede crear, inventar algo, pero, ¿cómo lo comunica?, ¿cómo lo enseña? Por eso hice un software pedagógico e interactivo, que ayuda a los chicos a estudiar.
De Ciencia y Tecnología y de Medio Ambiente. En Medio Ambiente cultivamos plantas, en Ciencia les hablo del método científico como herramienta para aprender. Y para Tecnología se me ocurrió hacer un Momear 51 (Modelo Metal Artificial), un nombre creativo que se me ocurrió (ríe). Mi tesis de doctorado analiza este modelo, software que ya estoy aplicando en mi colegio. También aromatizamos algunas hojas que enviamos a Argentina y a Panamá, donde son muy apreciadas en los spa. Con los cinco mil dólares que nos ha entregado Interbank vamos a impulsar este proyecto.
Yo no trabajo por el dinero sino por transformar la realidad, por buscar un cambio social. Me han ofrecido otros trabajos, hasta he podido dictar en una universidad, pero regreso a Colcabamba porque es mi tierra, porque la quiero y porque, gracias a mis estudiantes, estamos consiguiendo muchas cosas.
Sí, pero yo no miro sindicatos. Para mí, el magisterio es uno. El cambio no va de arriba hacia abajo, sino del aula hacia arriba. A veces tenemos que hacer maravillas… pero hay que hacerlas.